Por: Danilo De los Santos

Kutty Reyes: fiel a sí mismo frente a la disolución de las formas

Danilo De los Santos

Un “acordeonista” apenas bocetado o definido en un contexto de gamas puras … Unos “pescadores nocturnos” casi diluyéndose en arrojo expresionista y un “paisaje bahía” que se define tan solo con una alusión geográfica, son obras –como tal vez otras-, que evidencian las disoluciones figurativas de Kutty Reyes. Disoluciones no ajenas a su temperamento ofuscado de pintor de todos los días. Disoluciones que no lo encasillan en un molde temático ni estilístico, ni referencial, puesto que el acusado temperamento de buceador artístico le permiten recorrer la realidad desde la frontera domínico-haitiana hasta el espacio marítimo y hacer acopio de panoramas y de protagonistas, sintiendo la impronta yoryiana, la empatía con Cezanne, el celaje Oviedano y otras referencias elegidas con albedrío y con libertad que conjuga todo él: creador enraizado en los temas inolvidables, nativos, tradicionales y con los cuales, indudablemente, sella la identidad que podríamos llamar Kuttysiana en honor a ese apodo familiar, simpático y bueno que por suerte hace olvidar el honroso pero común nombre bautismal de Manuel.

El nombre completo de Kutty es Manuel de Jesús Reyes Almonte, nacido en Santiago de los Caballeros, la importante ciudad dominicana. Aquí comenzó a sentir la atracción hacia el arte en relación con los maestros Yoryi Morel y Domingo Batista. Al primero lo vio pintar desde temprana edad. Con el segundo aprendió a llenarse los ojos de la realidad paisajística y social que vuelca en el dominio de un fluido dibujo que procesa escolarmente de diversas maneras. Después devino su labor de publicista y el registro de la primera individual en 1987 a propósito de la cual expresa: “Intento reflejar el trópico desde mi propia óptica, tal como la veo”.

En el discurso expositivo “Mi tierra” (año 2000), Kutty Reyes antóloga los nexos preferenciales y la versatilidad interpretativa donde transcribe un abundante temario de realismo y tipicidad vernacular, sin caer en la estampa costumbrista. A propósito de este discurso, como de otros que se suceden, es que hemos traído inicialmente a colocación el acordeonista, los pescadores y el paisaje, protagonistas de unos legajos pictóricos donde el árbol, el camino, la casa, la fruta, el jarrón floral y sus peculiares sujetos humanos se transfiguran como disoluciones cromáticas en sí mismas, carentes de figuraciones.

Kutty Reyes, repentinamente disuelve los temas reales. Diluye los azules del cielo y los verdes de la campiña, esparciendo los rojos del framboyán y del atardecer. Los amarillos del sol y de la tierra también se vuelven manchas como el blanco de las casuchas y del ropaje. El cobrizo color de sus protagonistas se transfiere como celaje de piel y los marrones de las tablas y los troncos son trocamientos espirituales. Tanta disolución adviene como energéticas cromatizaciones, como cantos líricos en movimiento, como gestualidades de carga expresionista… Tanta disolución surge como “estados” de pureza por sí misma abstracta, espiritual y kandiskyana a casi cien años de que el célebre Vasilli postulara que el arte abstracto es “una necesidad interior”. Y en esta comunión nuestro pintor dominicano licuando en el adentro todas las cuitas de su repertorio para emitirlas tan sólo como esencias en pasajes visuales que aluden a Ondina.

Ser imaginario y deidad mitológica para escandinavos y germanos, Ondina se concibe residiendo en las profundidades de las aguas. Musa de compositores, poetas y pintores, localmente ella ha sido ninfa figurativa del temario de Fernando Ureña Rib e igualmente motivo simbólico de Mario Villanueva, a quien recordamos con sus “Ondinas” resueltas como cuerpos acuáticos en el dominio del azul. A su vez, Kutty Reyes acude al mismo concepto mitológico como excusa, referencia y título de un discurso en el cual el lirismo personal conjuga la pureza del color en tonadas abstracto- expresionistas. Es un lirismo volcado con fluyente gestualidad instintiva sobre masas y planos de color, a la vez conformando un paisajismo interior, informalista y de elocuentes grafías, todo lo cual origina interpretaciones visuales desde su emisor y su contrario, el lector. Como el extraordinario Alejandro Obregón, inventor de un trópico personal donde todo fluye y se desliza, Kutty Reyes suelta un trópico íntimo que se descubre antillano, disuelto de formas objetivas, de perspectivismo y de narrativa, pero amarrado a un coherente manejo del color de campiña y cielo, sol, viento y mar. Escudándose en Ondina, Kutty Reyes se detiene esta vez en el puerto de las aguas de la emoción.

Discurso presentado andando el nuevo siglo (2006), éste representa el cuarto registro individual de un Kutty Reyes afiliado a la neoabstracción que indetenible como confrontación a la obra emergente o transgresora del canon más aceptado de las artes. No sorprende que un pintor conocido por su estilo objetivo, fiel a sí mismo, repentinamente desemboque en el estado purísimo del color, tal vez como estación más que como ruptura. Reiteramos que en las disoluciones el código Kuttusiano sigue siendo, con variación, el mismo.

Excelente!

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