Ondinas: Cuarta Exposicion Individual de Kutty Reyes

Pedro Genaro Rodriguez

¨ Tengo la impresion...de que Dios creo el mundo en abstracto¨

La frase que titula esta crónica es lo suficientemente impactante como para que le pongamos atención, pero si además la dice Kutty Reyes, yo particularmente tengo que arrimar el oído y la razón, pues se trata de un artista en cuya sapiencia he abrevado en innumeras ocasiones y además porque el dominio de la figura es algo que ha caracterizado su obra en los últimos años. Pero todos los que tenemos la dicha de conocerlo sabemos que no es esclavo de etiquetas y que su pincel incursiona en la tela como el astrolabio guiaba a Marco Polo hacia el Oriente, el bastón ayudaba al paso de Samuel Baker hacia el Nilo Blanco y la pluma señalaba el camino de aventuras aún inexistentes de Julio Verne. Si hay algo que siempre he admirado de este artista es su forma de evolucionar, de resistirse al estancamiento...su mano es como un dínamo que une su obra mostrándonos las diferentes aristas de la expresión motivada por su amor hacia lo autóctono y hacia la naturaleza, y que en esta ocasión encuentra la inspiración especial en la espiritualidad, tal vez motivado por ese tipo de situaciones que a veces nos embisten y tras las cuales necesitamos pasar revista a nuestra vida.

En el Talmud se recoge una tradición sobre un hombre que yendo en búsqueda de Dios se encontró a sí mismo. Es así como esta búsqueda de inspiración divina, le ha llevado de vuelta a la abstracción, o como señala el maestro Danicel, al recordar que Kandinsky nos dijo hace casi 100 años que el arte abstracto era una necesidad interior, recordamos también que hace 2400 años platón decía “conócete a ti mismo” y hace 2500 años Pitágoras recordaba que “un amigo es un otro yo”, de tal suerte que esta forma de expresarse en la abstracción es como la búsqueda interior de sí mismo, de reencontrarse con un yo que lo acompaña desde sus primeros trazos infantiles y que formalizó con su primera exposición. Mas tampoco renuncia a la figura completamente, sino que está presente en su obra más reciente como una sugerencia, al otro lado de una cascada o viéndose doblemente en un espejo de agua en la superficie y debajo de ella, acompañado de esa Ondina que habita en las profundidades, de donde surge como ebullición una gran gama de patrones y formas, construidas con opacidades, transparencias y veladuras que parecen brumas multicolores, que sugieren paisajes, personajes diversos, escenarios donde recrea con entusiasmo el génesis, donde las libélulas revolotean con su color morado del múrice y el rododendro pare flores color lila, el cielo y el campo son dos caprichosos que se cambian de traje con la celeridad de los ojos en medio de los sueños: azul metileno, naranja de amapola, rojo flamboyán, verde barrancolí y una gran cantidad de tonalidades que el artista recogió aquí y allá, en sus viajes por el país o en el estudio de los maestros que le han precedido.

Esta propuesta es el mismo artista transfigurado, es el doble que lo complementa, su conciencia que le retorna al origen y que a pesar de ser su anverso no deja de ser él mismo, fresco, renovado y dispuesto a volver a la figura no sin antes darle un beso a la abstracción.

Este idilio, verdadero triangulo amoroso entre el pintor, la abstracción y el figurativismo pueden verse mejor retratados en los versos del maestro Joaquín Sabina:

“Y me envenenan los besos que voy dando
y, sin embargo, cuando
duermo sin ti contigo sueño,
y con todas si duermes a mi lado,
y si te vas me voy por los tejados
como un gato sin dueño
perdido en el pañuelo de amargura
que empaña sin mancharla tu hermosura”.

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